Cómo las ballenas pueden salvar a los osos polares

Proteger a las ballenas significa proteger el clima mundial Son el símbolo de la amenaza que el cambio climático supone para nuestro planeta: osos polares hambrientos que luchan por sobrevivir en témpanos de hielo cada vez más escasos. El aumento de las temperaturas globales les ha privado de sus hogares. Al mismo tiempo, es una amenaza para el futuro de la humanidad. Según el Foro Económico Mundial, la falta de medidas para evitar el cambio climático es el mayor riesgo global del mundo actual. Ahora, los osos polares pueden recibir una ayuda de una fuente inesperada: las ballenas. Aunque acuerdos internacionales como el Protocolo de Kioto y la Convención de París estipulan una reducción de las emisiones mundiales de dióxido de carbono, se ha ignorado por completo el importante papel medioambiental de las ballenas en la mitigación del cambio climático. La organización internacional de protección de ballenas y delfines (WDC) quiere cambiar esta situación con su campaña "Der Grüne Wal" (literalmente, "La ballena verde"). Muchos estudios científicos demuestran que las poblaciones sanas de ballenas se están viendo afectadas por el cambio climático. Sin embargo, la ausencia de estos "ingenieros del ecosistema" tendría consecuencias inimaginables para nuestro planeta. El fitoplancton (plantas marinas microscópicas que flotan en las capas superiores del océano) convierte la luz solar en energía y oxígeno mediante la fotosíntesis. Producen al menos la mitad del oxígeno de nuestra atmósfera. Al mismo tiempo, forman la base de las redes alimentarias marinas. Sirven de alimento al zooplancton, que a su vez es consumido por peces y animales marinos como las ballenas. A su vez, los excrementos de las ballenas fertilizan el fitoplancton con hierro, nitrógeno y otros nutrientes, completando el "ciclo". Así, más ballenas significan más plancton y más peces en el océano. Además, el fitoplancton no sólo produce oxígeno, sino que también absorbe dióxido de carbono de la atmósfera. Al igual que el fitoplancton, los cuerpos de las ballenas se hunden en el fondo marino tras su muerte, aglutinando en sus cuerpos el carbono que han consumido a lo largo de su vida. "Alrededor de tres millones de ballenas perecieron debido a la caza industrial de ballenas sólo en el siglo XX. Una recuperación gradual de las poblaciones de ballenas supondría la eliminación de unas 200.000 toneladas de carbono al año, lo que equivale al almacenamiento de carbono de 110.000 hectáreas de bosque," declaró en alemán Astrid Fuchs, Directora de Programas del WDC. "Después de la prohibición internacional de la caza de ballenas de 1986, algunas poblaciones se han recuperado lentamente. Sin embargo, no sólo debemos garantizar que las poblaciones sigan creciendo, sino también que permanezcan estables a largo plazo. Las ballenas pueden quedar fuera de la ecuación ecológica, por la caza de ballenas, las colisiones con barcos o por convertirse en capturas accesorias en las redes de pesca . La ballena verde" pretende concienciar al público sobre la enorme importancia de una protección eficaz e integral de las ballenas", continuó. Por tanto, la recuperación y conservación de las poblaciones de ballenas debe constituir una parte vital de la estrategia global para combatir el cambio climático. Ver aquí para más información