Profundidades marinas del Ártico: colonización a cámara lenta

Los animales sedentarios sólo pueden conquistar nuevos hábitats con extrema lentitud

En el fondo de las profundidades marinas del Ártico vive una gran variedad de animales adheridos a las rocas y con aparatos filtradores o tentáculos para alimentarse extrayendo nutrientes del agua. Sin embargo, pueden pasar décadas antes de que se establezca una colonia de este tipo. Esta es la conclusión a la que han llegado científicos del Instituto Alfred Wegener, Centro Helmholtz de Investigación Polar y Marina (AWI), tras un experimento a largo plazo de 18 años, del que ahora informan en la revista "Limnology and Oceanography".

Algunos tipos de esponjas se posan sobre piedras, los tentáculos de las estrellas pluma (comatulida) y los lirios de mar hacen pesar sus tentáculos en la corriente. Cuando los vehículos submarinos teledirigidos recorren el lecho marino de las profundidades árticas, sus cámaras captan una y otra vez imágenes de estos animales sedentarios. Entre sus hábitats más importantes se encuentran las llamadas piedras de caída. Se trata de rocas y cantos rodados, congelados en tierra en un glaciar y transportados al mar. En cuanto el hielo se derrite, las piedras se hunden en el fondo del mar, proporcionando el suelo sólido del que dependen muchas de estas especies.

¿Pero cuánto tardarán en utilizar esta oferta los primeros pobladores de las aguas profundas del Ártico? ¿Y cómo seguirá desarrollándose la asociación? "Hasta ahora, apenas sabíamos nada al respecto", explica Michael Klages, del AWI.

Ahora hay nuevos hallazgos del observatorio de aguas profundas HAUSGARTEN, situado en el estrecho de Fram, entre Spitsbergen y Groenlandia, y en el que el AWI realiza diversos estudios ecológicos a largo plazo. En julio de 1999, Michael Klages, junto con otros colegas del AWI, colocó un pesado armazón metálico en el lecho marino a 2.500 metros de profundidad. A él se adosaron las denominadas placas de asentamiento hechas de ladrillos clinker, plexiglás y madera, que podrían ofrecer a los sedentarios habitantes de subsistencia.

En 2003 y 2011, el equipo de este diseño realizó visitas con vehículos submarinos teledirigidos; a finales de agosto de 2017, el armazón fue finalmente devuelto a la superficie. A continuación, la primera autora de la presente publicación científica, Kirstin Meyer-Kaiser, "escrutó" las placas de colonización recuperadas, contó los organismos individuales, los recogió y los clasificó taxonómicamente.

"En este experimento, hemos comprobado que la colonización de tales hábitats en las profundidades marinas del Ártico es extremadamente lenta", afirma Michael Klages. Al cabo de cuatro años, sólo habían aparecido en las placas organismos unicelulares del grupo de los foraminíferos; al cabo de doce años, sólo se había añadido un único animal pluricelular, el pólipo Halisiphonia arctica. E incluso después de 18 años, el número de invertebrados se limitaba a sólo 13 especies.

De este modesto rendimiento, sin embargo, los investigadores no concluyen que los sustratos duros naturales no sean hábitats importantes, sino todo lo contrario: "Sin ellos, no habría bastantes animales sedentarios en las profundidades marinas del Ártico", subraya Michael Klages. Los residuos de la civilización, ahora omnipresentes en los océanos, no parecen ser un buen sustituto. Aunque el equipo del AWI ya ha visto en las imágenes, tomadas por vehículos submarinos teledirigidos, una botella de plástico en la que crecía un lirio de mar. "Así se nos ocurrió la idea de utilizar placas de plexiglás en nuestro experimento", explica el investigador. "Queríamos ver si se podían poblar igual de bien que el subsuelo natural". No parece que sea así. De todos modos, al cabo de 18 años se habían asentado muchos menos animales en el plástico que en los ladrillos de clinker.

Sin embargo, estos últimos no podían seguir el ritmo de un arrecife de roca vecino, donde se detectaron al menos 65 invertebrados diferentes. Puede que incluso no bastaran casi dos décadas para alcanzar la biodiversidad teóricamente posible en las placas. El arrecife mencionado, sin embargo, es mucho más antiguo y, en consecuencia, tuvo más tiempo para atraer a una gama más amplia de residentes.

Los resultados también aportan datos importantes sobre la sensibilidad de los ecosistemas de aguas profundas. "Si las perturbaciones eliminan a los habitantes sedentarios del fondo marino, pasarán décadas hasta que se recupere la cohabitación", afirma Michael Klages. En el Ártico, estas perturbaciones pueden producirse por la pesca o las perforaciones en busca de petróleo y gas. Sin embargo, cabe esperar consecuencias de mayor alcance, por ejemplo, en las profundidades del Pacífico, donde en el futuro se extraerán nódulos de manganeso a gran escala.